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Sentir esa opresión en el pecho y
ese nudo en el estomago que no te deja tranquila, que impide que puedas sonreír
y ser feliz. Ese sentimiento que trae los malos pensamientos y las pesadillas
de su mano. El miedo que ocupa cada
recoveco de tu cuerpo y que lo llena de escalofríos como si de la película más terrorífica
se tratase pero no, esto no es una película. Ojalá fuese una película pero es mucho peor, es la vida real y la
realidad siempre supera a la ficción.
Intentas distraerte y dejar de pensar pero tu cerebro no está por la
labor, desearías tener un botón que impidiese pensar en ese momento porque solo
hace que te sientas peor de lo que te sientes. Deseas que alguien estuviese
ahí, sin hablar, que solo te envolviese con sus brazos y te abrazase todo el
tiempo hasta que ese miedo desapareciese. Desearías hablar con alguien pero no
sabes ni con quien ni cómo empezar a hablar.
Los pensamientos vuelvan por tu cabeza pero las palabras no quieren
salir de la beca y eres demasiado cobarde como para mandar un mensaje o llamar
a esa persona que es la que realmente necesitas. Y entonces, la solución que
parece más correcta es encerrarte en tu habitación, abrazarte a la almohada con
las luces apagadas y llorar hasta que el tiempo pase y el miedo desaparezca. Es
bueno sentir miedo de vez en cuando porque significa que hay algo que te
importa y que no quieres perder pero es un sentimiento que deja tan mal sabor
de boca que una vez que lo pasas sólo deseas que no se repita nunca.
"Y ya sé que todo miedo esconde un deseo y más,
más y más lo creo cuando muy de cerca te tengo..."
- Cultura profética -
Es así como me siento ahora mismo... Y llevo días con noches llenas de lágrimas.
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