Confianza.



La confianza se define como la esperanza firme que se tiene de algo o alguien. Parece (y es) fácil de definir, lo que ya no es tan sencillo es conseguir o dar tal confianza. Tardamos meses e incluso años en poder confiar en una persona y es quizás por eso que cuando tenemos confianza en alguien somos capaces de poner la mano en el fuego por ella sin temer a las llamas.

Pero... ¿Cómo algo tan dificil de construir puede destruirse con tanta facilidad? ¿Cómo algo contruido con el más sólido material puede ser derruido por un simple soplido? A la hora de perder la confianza no hacen falta minutos, unos segundos son suficientes y todo desaparece. El problema es que si antes era dificil conseguir la confianza, cuando se pierde los terrenos sobre los que edificarla se vuelven arenosos y resulta casi imposible mantenerse estable en ellos. 

¿Por dónde empezar a contruir? ¿Quién nos asegura que no volverá a pasar? Nadie. Nadie puede asegurarnos que toda la confianza volverá a ser en vano, nadie puede estar seguro que esto no será otro intento en vano. Es aqui cuando viene la decisión dificil: ¿Confiar o no confiar? He ahí la cuestión. Todo depende de nosotros, de cuanto estamos dispuestos a arriesgar, y sobre todo, de cuanto creemos que estará la otra persona dispuesta a arriesgar.


1011M.



Hoy diez años después de aquel fatídico día puedo decir que soy afortunada por tener diez años más, cuando cientos de vidas terminaron en esos trenes.  Lo que pasó no tiene otro calificativo que horrible, terrorismo en estado puro. La peor parte del humano a la luz del día.

Por aquel entonces, yo tenía diez años y por más que lo intento no puedo recordar cómo me enteré de la noticia ni cómo reaccioné. Tan solo recuerdo que mi clase de baile de aquel jueves fue suspendida porque mi profesora iba a viajar desde Asturias a Madrid para ser voluntaria con las víctimas, los familiares y los heridos. Cada vez que lo pienso se me pone la carne de gallina. ¿Cómo alguien es capaz de hacer algo tan cruel y vil? ¿Cómo alguien es capaz de acabar con tantas vidas de golpe y porrazo destrozando además las de muchos otros? Porque en el accidente no sólo se pararon las vidas de las ciento noventa y dos personas que fallecieron, también las de sus familiares y amigos. Vidas que se perdieron para siempre o que se llenaron de miedo, vidas que cambiaron para siempre aquel maldito once de marzo de dos mil cuatro.

Lo mucho que te puede cambiar la vida en minutos o tan solo segundos. Aquel día, alguien cercano a mí decidió que le llevasen en coche y no coger el tren; ese mismo tren que minutos más tarde volaba por los aires. Minutos de diferencia que hicieron que la vida le diera una segunda oportunidad. Es terrible que tengamos que darnos cuenta de todo lo que poseemos cuando la vida nos da un golpe tan duro.


Hoy, diez años después las victimas siguen presentes en cada persona, y no únicamente en las que aquel 11-M perdieron a alguien en las vías de un tren, y estoy segura de que podrán seguir pasando los meses y los años que nadie logrará olvidar este atentado. Lo peor de todo, es que aunque la justicia haga pagar a todos los culpables, hay mil ochocientas cincuenta y ocho vidas que cambiaron para siempre y hay ciento noventa y dos vidas que se perdieron en un tren y que nadie podrá recuperar. Desde aquí, todo mi apoyo a los familiares y víctimas de cualquier acto terrorista pero en especial, aquellos víctimas de este 11-M.

Querida "Yo"...




Querida “Yo” a los tres años: Haz caso a la profesora y no te salgas de los bordes. Aprenderás a pintar decentemente aunque lo de dibujar ya es otro caso. Papá te lo agradecerá cuando le hagas dibujos por el día del Padre.

Querida “Yo” a los seis años: Empiezas una nueva etapa. No hables tanto en clase, te ahorrarás unas cuantas collejas y unos cuantos castigos que descontar números infinitos en el recreo no mola. Lo de poner chinchetas en la silla de la profesora no fue una gran idea.

Querida “Yo” a los ocho años: Haz los deberes de matemáticas y no finjas tanto dolores de barriga para que no te los pidan, al final, dejarán de creerte y esfuérzate más en educación física. No seas tan chivata. Te acabará trayendo problemas.

Querida “Yo” a los diez años: No te calles nunca y sobre todo, no dejes que nadie intente pasar por encima de ti. Y por cierto, no se juega con monedas alrededor de la boca que te la vas a acabar tragando.

Querida “Yo” a los doce años: Te toca decidir. Quédate y así el cambio lo harás con amigos de verdad. Juntos será más fácil acostumbraros. Y sigue practicando el inglés que ambas sabemos que te gusta.

Querida “Yo” a los trece años: El mismo cuento que hace cinco años pero haz los deberes de matemáticas. Nada de hacerlos en el autobús. Menos ordenador y más esforzarte. Estudia geografía y ponte las pilas con el inglés. ¡Ah! Y no copies en lengua.

Querida “Yo” a los catorce años: No tengas prisa. Que no sean más las ganas de encontrar a alguien que las de estar con ese alguien. Ten cuidado con hablar demasiado en clase no vaya a ser que te vayan a echar. Ten más cuidado con las llaves de casa que no ganas para todas las que pierdes.

Querida “Yo” a los quince años: Perdona. No vas a vivir con rencor siempre. Disfruta del viaje, conoce gente y sobre todo, aprende a reírte de ti misma. Deja de quejarte a cada momento. Y sé un poco más disimulada con física y química que se te ve el plumero.  Y al menos intenta hacer algo decente en plástica que parecen dibujos de una niña de seis años.

Querida “Yo” a los dieciséis años: Empieza a pensar qué quieres ser aunque ya lo tengas casi claro. No contestes tanto a tu padre y hazle caso en todo. No lleves la contraria. Aprovecha los viajes y no hables más de la cuenta porque podrás perder amigos a causa de ello.

Querida “Yo” a los diecisiete años: Estudia más y deja de hacer el vago. Disfruta de tu viaje de estudios. No te lamentes. No hagas el imbécil por nadie. Deja de llorar por algo que es imposible y saca de tu vida a personas que no te merecen.
 
Querida “Yo” a los dieciocho años: Una vez más: Estudia. Es tu futuro lo que está en juego. Practica con las matemáticas y aprende a hacer sintaxis. Y sobre todo: repasa las provincias de España. Aprovecha ese verano será el más largo de tu vida. Celebra los dieciocho bien celebrados que te los mereces más que nadie.  Deja de buscar defectos y busca virtudes. Aprende a olvidar y empieza a vivir. No tengas miedo con las decisiones. No persigas tus sueños si crees que eso te hará perder otras cosas pero recuerda que los trenes sólo pasan una vez.

Querida “Yo” a los diecinueve años: Toma decisiones correctamente y no dejes pasar tanto el tiempo. Aprovecha cada momento en casa y empieza a ordenar y a mantener ordenada tu habitación tanto como no lo has hecho todos estos años. Deja de pensar tanto y empieza a actuar. Atiende en clase y haz lo que te dicen. Empieza nuevos proyectos que te emocionarán. Pide perdón aunque no tengas la culpa y aprende a tragarte el orgullo.


Querida “Yo” a los veinte años: Olvida casi todo lo que te he dicho hasta ahora. Equivócate todas las veces que quieras, sueña alto, aprovecha, ríete, habla y grita hasta que el mundo te escuche. Pierde los trenes que haga falta porque si no ha pasado por tu estación pasará por otra y siempre puedes correr hasta pillarlo de nuevo. No dejes que nadie nunca te diga que debes hacer pero déjate aconsejar. No tengas miedo de nada. Las cosas pasan por algo siempre y si en un momento dado tienes que sacar a alguien de tu vida ten claro que será por motivos. Aprende a tranquilizarte o acabaras perjudicando a tu salud. Ríete frente al espejo cada mañana y quiérete más que a nadie porque eres como eres y así te van a querer. Pero sobre todo, sé feliz. No pienses si lo eres o no lo eres, simplemente sé feliz. Tienes unos amigos maravillosos y una familia que te quiere ¿Qué más quieres? Todo llegará. 

Querer querer.

Nota: No sé que me pasa que cada día siento que escribo peor o que no me gusta, pero aún así esto logra hacerme feliz y llenarme. Quizás el agobio puede conmigo y por eso no me inspiro tanto. 



A veces me digo a mí misma que no quiero enamorarme, que no creo en el amor y que el que es de verdad sólo está en las películas. Y como veis, a veces trato de engañarme a mí misma.

Quiero enloquecer y hacer locuras por alguien. Quiero sonreír hasta que me duelan las mejillas y llorar de felicidad hasta quedarme sin lágrimas. Quiero tener días buenos, días muy buenos y días fantásticos (y también alguno que otro malo que nos enseñe a valorar el resto). Quiero cumplir mis sueños y tener alguien con quien compartirlos pero también poder ayudar a alguien a lograr los suyos. Quiero llenar albumen imaginarios o de papel. Quiero alguien con el que las distancias cuando estemos solos sean eternas. Quiero ser amiga pero también amante. Quiero aprender y descubrir juntos. Quiero encontrarle sentido a la palabra felicidad.
Quiero todas esas cosas y muchas, muchas más pero hay cosas que no quiero. No quiero ser la mitad de nadie porque estamos hechos enteros sin necesidad de que nadie nos complete. No quiero sentirme incompleta hasta que aparezca una persona. No necesito sentir que no puedo hacer las cosas yo sola o saber que necesito a alguien hasta para respirar. No quiero dejar los amigos a un lado por un amor caprichoso, celoso y tonto. No quiero amar o que me amen de manera dañina. No quiero apartar mis sueños. No, no quiero.


Quiero querer y amar pero de la manera más pura, sincera, amable y buena. Y sobre todo quiero ser correspondida


Flight.



Cuando el mundo parece mucho más grande y más malo. Cuando te levantas y no tienes motivos o no quieres hacerlo. Cuando te asomas a la ventana y ves hasta el sol gris. Sabes que es el momento, que es tu momento. El momento de empezar a cambiar las tonalidades grises por colores brillantes llenos de vida. El momento de cambiar de aires y escapar a un lugar donde poder llenar los pulmones y respirar. El momento de cambiar aquello que hace que te hagas pequeña mientras el mundo te quiere comer. Y es entonces cuando huir parece la mejor opción.


 No hace falta ir lejos. No es necesario recorrer miles de kilómetros. A veces la huida son las personas. Dejar de a un lado a unas e ir al lado de otras. Como si de aeropuertos se tratasen. Sólo hay que elegir los aeropuertos adecuados. Aunque no siempre sean los mismos. Sólo hay que saber buscar el mejor aeropuerto para cada momento. Quédate con aquellas personas con las que vivir y simplemente vivir, en el mejor sentido de la palabra, merezca la pena. Y deja que el resto se vayan porque si de verdad merecen la pena, volverán. Y si no, recuerda siempre vas a tener a la única persona que necesitas contigo: A ti mismo.


XXIV.


Hay tantas cosas que quisiera decirte que si te tuviese delante no sabría empezar. Tú me conoces, me temblaría la voz y probablemente las manos también. Quisiera decirte que me salvaste la vida del mayor peligro, me salvaste de mí misma pero me heriste de muerte. Disparaste la desconfianza en mi cabeza y no hay manera de sacar la bala. Me hiciste fuerte y vulnerable y ni siquiera te diste cuenta de ello. No eras consciente del brillo de mis ojos cuando te miraba o cuando me hablabas. 

Eras el único capaz de hacerme sonreír y llorar con tus palabras. Parecías tener siempre la palabra adecuada en la boca pero no, aquel día me hiciste daño sin darte cuenta. Tengo la impresión de que todavía hoy no lo sabes. Te entiendo, siempre dijiste que se te daba bien captar las indirectas pero las más básicas jamás las captaste a la primera y yo tampoco te decía nada. Te metiste apretujado en el corazón y te encargaste de hacerte tu rincón poco a poco y ahora por más que froto no hay forma de sacarte. Quisiera decirte que es hora que salgas de ahí y dejes entrar a otra persona pero si te fueras te extrañaría. Eres como un okupa al que se le tiene cariño y no se quiere echar aunque eso signifique vivir en soledad el resto de tu vida sin un lugar en el que resguardarte del frío invierno.

Ojalá te hubieses ido a tiempo. Ojalá te quedes para siempre.

No soy nadie.



“Nadie” es una palabra que siempre ha ido pegada a mi vida. Nunca he sido, no soy y no sé si algún día dejaré de ser nadie. Todas las palabras que yo pronuncio, todos los textos que puedo escribir o incluso todos mis pensamientos están destinados a perderse en el abismo. 

Supongo que cuando la luz de mis ojos se apaguen pocas personas serán capaces de mantenerme viva en su memoria. Es comprensible, nunca he sido especial y he perdido toda esperanza de llegar a serlo. Tal vez si tuviese algo para impresionar las cosas serían diferentes pero por suerte o por desgracia, no lo tengo. Lo bueno de no ser recordado por más tiempo de lo normal es que al igual que olvidan tus hazañas, olvidarán todos los errores que cometa – aunque estos sean más fáciles de recordar -.

Siempre he creído que nunca se debe tener miedo a la muerte porque antes o después todos recibimos su visita y acabamos convirtiéndonos en nada, en polvo ceniza. Vinimos al mundo siendo nada y nos vamos siendo aún menos. Por eso, no importa demasiado que yo no sea nadie porque al final acabaré en el mismo lugar que las personas más brillantes que han pisado la tierra.

 ¿De qué sirve el dinero, la avaricia, el egoísmo…? Por supuesto no hablo de que no necesitemos dinero para vivir porque es obvio que necesitamos alimentarnos y cubrir las necesidades básicas, hablo de la importancia de tener un coche de último modelo con trescientas características que no necesitas y que no van a cambiar tu vida para bien. Hablo también de la necesidad de verte crecer cada día más a costa de que cientos de personas pierdan  todo lo que tienen. ¿Realmente merece la pena? ¿Merece estar lleno de riqueza si estas pobre de sentimientos? ¿Merece la pena olvidar lazos como la amistad, la familia o el amor por cuatro tristes trozos de papel con un número pintado? Desde mi humilde punto de vista, creo que no y es por eso  por lo que poco me preocupa haber sido, ser o llegar a ser alguien. Prefiero no ser nadie y tener sentimientos, a ser alguien sin remordimientos que no puede ver más allá de todo el egoísmo que le corroe por dentro.