Felicidad aproximada.





Tic-tac, tic-tac. Las agujas del reloj pasaban lentamente y el sonido de su paso parecía ensordecedor. Quizás era ella la única que las escuchaba tan atentamente y a la que le agustiaba de aquella manera el paso del tiempo. Llevaba horas en su habitación sentada en la cama sin moverse y allí lo único que pasaba era el tiempo. Su madre había entrado un par de veces con cualquier excusa para asegurarse de que estaba bien, se lo preguntaba antes de cerrar la puerta y ella solo era capaz de asentir con la cabeza, temía que si decía algo las lágrimas saliesen de sus ojos sin control y que su madre se diese cuenta de que estaba rota por dentro.  En su mano tenía un marco de fotos que tenía el cristal roto y no dejaba de observar la foto, su foto. Había tenido todo en su mano, la felicidad al alcance de la mano y había acabado con todo. Ella y su maldito egoismo. Ella y su estupidez. Lo que cambian las cosas en minutos, en tan solo segundos. Ojalá pudiese volver atrás. Ojalá pudiese cambiar las cosas y evitar el error que cometió. Ojalá, pero no puede. Ya ha acabado todo y ahora solo quedan los lamentos, las lágrimas y los suspiros mientras espera que el tiempo cure los errores y que la vida le regale de nuevo la felicidad, aunque sea aproximada  a aquella que en aquel momento sintió. El tiempo lo cura todo dicen pero pasa tan despacio cuando se sufre que parece no avanzar. Que parece que cada tic-tac es una aguja clavada en lo hondo de tu pecho y sobretodo, que cada segundo que pasa lleva su nombre escrito y eso, es lo que más duele. 

1 comentario:

  1. Le he dado a 'me gusta' incluso antes de leerlo.
    Me encanta, pero no está ese botón.
    Me ha recordado a eso de...
    -¿Pero quién te va a querer a ti ahora?
    -Yo, me voy a querer yo.

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